Jorge Aulicino | Corredores en el parque




Jorge Aulicino | Corredores en el parque


10

¿De qué mar hablás si aquí no hay mar?
Ibas, bajo el sol, a las nueve de la mañana, 
rumbo a una laguna artificial
en el privado bosque de un antiguo colegio.
Es este tu recuerdo: nunca nada fue tan matinal.
Pescaban anguilas.
¿Con quién fuiste?
El cura apareció en la orilla, alguien parlamentó con él.
Vos mirabas desde cierta distancia,
sentado sobre el muelle de madera. 
¡Qué fresco sol sobre el agua, el árbol, la sotana!
El cura autorizó la pesca y se fue sonriendo.
Le dijo a tu amigo que no repararían el agujero
en el alambrado por el que habíamos llegado,
siempre que no viniéramos más de dos o tres.
Los domingos. El día de guardar. 

Tarde entendiste lo que entendió el cura,
que aquella pesca era una pesca mística.
Que era comulgar y estar en misa. 
Y que el hecho se repetiría como un rito
en tu memoria. Como Galilea. Tu Galilea.


11

Una vez más querrías sentir aquel olor
de la cama revuelta y del encierro,
tan viejo, tan tenue, tan humano.
Pero no es posible: como barcazas se alejan
aquellas escenas, y los olores son otros,
otro el encierro, otra la cama.

La verdad está en el flash, te dijo el fotógrafo.
La luz que arroja es lo único que se crea en la escena,
dijo sin ironía, sin retórica, ni intentar la más honesta
comparación. La luz del flash es allí la única cosa nueva.
Y en rigor es lo único que podés crear.




Jorge Aulicino (Buenos Aires, 1949), Corredores en el parque. Barnacle. Ciudad de Buenos Aires. 2016.

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